domingo 18 mayo 2025 - 20:20
Derechos humanos en palabras, apoyo al crimen en la práctica

Hawzah/Al margen de las reuniones políticas y las sonrisas superficiales, la amarga realidad del sangriento proceso de limpieza étnica en Gaza sigue sumida en el olvido. Esta imagen es un símbolo de la indiferencia y el hecho de no valorar la vida de los inocentes en los juegos de poder, donde el grito de justicia en medio de las injusticias permanece sin respuesta.

En un mundo donde cada día vemos imágenes de sonrisas diplomáticas y reuniones pomposas de políticos, pocos prestan atención al trasfondo de estas exhibiciones brillantes. Allí, bajo estas apariencias amistosas, la sangre de inocentes se derrama y el futuro de naciones oprimidas se destruye. Esta contradicción es dolorosa, por un lado, reuniones pacificadoras, resoluciones internacionales contra el régimen usurpador ilegítimo y promesas esperanzadoras y, por otro lado, continuos bombardeos, bloqueo inhumano de alimentos y medicinas, torturas que diariamente producen nuevas víctimas.

Hoy Gaza se ha convertido en un símbolo de resistencia y sufrimiento. Un pueblo para quienes su patria es la mayor prisión al aire libre del mundo, donde siquiera proveer alimentos diarios, agua potable y otras necesidades básicas humanas es imposible. Hospitales sin medicinas, escuelas convertidas en ruinas y familias que han perdido todo. Pero no se escucha una voz efectiva de los gobernantes mundiales ni regionales.

Un exmiembro -Ahmed Hussein al-Sharaa, también conocido por su nombre de guerra Abu Mohammad al-Julani- quien ahora gracias a los medios internacionales se presenta como una figura pacifista y amiga del pueblo sirio, respondió a la pregunta de un periodista sobre la ocupación de amplias zonas de su país por el régimen sionista: “Ahora no es momento para hablar de esas cosas.” El presidente de Estados Unidos- Donal Trump- en una reunión reciente con al-Julani, le dejó claro que debe normalizar las relaciones de Siria con Israel.

En medio de estas tragedias, lo más irritante es la doble moral de las potencias europeas y árabes. Aquellos que en foros internacionales hablan de derechos humanos y paz, a menudo apoyan a los regímenes y grupos que cometen estos crímenes.

Estados Unidos y Europa, se consideran defensores de la democracia, han permanecido callados durante años frente a la masacre del pueblo yemení por parte de Arabia Saudita. Actualmente, el mismo Estados Unidos se ha involucrado en la batalla y el genocidio en Yemen.

Rusia y China, aunque mantienen amistad y relaciones diplomáticas activas con Irán, no toman medidas efectivas para enfrentar el genocidio en la región de Asia Occidental y no interrumpen sus relaciones comerciales con Israel.

Catar, Emiratos, Omán, Kuwait y algunos otros países árabes de la región, mientras hablan de Palestina, expanden sus relaciones ocultas y abiertas con el régimen sionista y sus patrocinadores.

Esto muestra que, en la política internacional, la humanidad siempre es víctima de los intereses a corto plazo de los políticos.

Los grandes medios de comunicación del mundo tampoco son inocentes y juegan un papel importante. Algunos prefieren centrarse en noticias de entretenimiento y controversias políticas en lugar de mostrar la amarga realidad de la guerra. ¿Por qué las imágenes de niños asesinados en Gaza se ven menos que las noticias de celebridades? ¿Por qué la voz del pueblo sirio se pierde en los medios occidentales? ¿No es este modus operandi una censura sistemática para alejar a la opinión pública de la profundidad de la tragedia?

Pero en esta oscuridad absoluta, aún hay destellos de luz. Activistas de derechos humanos que, arriesgando sus vidas, registran y publican documentos de crímenes. Periodistas independientes que transmiten la verdadera historia de la guerra al mundo. Personas comunes en todo el mundo, en protestas callejeras y campañas virtuales, llevan el grito de los oprimidos a las naciones libres. Este hecho, muestra que aún hay conciencias vivas que no están dispuestas a guardar silencio ante la injusticia.

Si dejamos que los políticos y los medios de comunicación afines distorsionen la narrativa de la guerra, o si permanecemos en nuestra indiferencia pensando que estas tragedias no nos conciernen, no sólo fallamos en nuestro deber religioso y racional, sino que también preparamos el terreno para una espiral de silencio en los medios globales.

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